domingo, 24 de abril de 2011

Para semana "santa": ¿y dónde estaba dIOS? (Artículo de Opinión)

Imaginemos. Un hombre de sesenta años camina cabizbajo con un costal a la espalda en el que carga el producto del trabajo del día. Tiene que trabajar; el pan y su tarro de pegante son necesidades primarias y ya la vejez no le permite pensar en cometer delitos que requieran fuerza física que ya hace años perdió. Fernando, su nombre, o por lo menos como le conocen, camina en dirección contraria a la de mucha gente que se divierte una tarde de viernes en el “Séptimaso”.


 El camina intentando estorbar pero aún así nadie lo ve. A unas cuadras de distancia, “La Paisa” una niña de trece años a quien su madre prostituye, coquetea con un hombre desesperado llamado Cristian;   Cristian se separó de su mujer porque ella le fue infiel con un muchacho más joven que él. Perdió el apartamento, a sus dos hijas y el trabajo, ya que su malestar sentimental no le ha dejado relacionarse tan bien con la gente; no como antes. Se siente bien al tocar a la niña, ya nada le importa porque a nadie le importa él. 


Mientras “La Paisa” y el desventurado personaje se relacionan y hacen, por cada segundo que pasa, su vida más miserable, cruzando la calle, en la otra esquina, un vendedor de drogas amenaza con un cuchillo a un estudiante adicto a la marihuana. El joven parece ser novato en el mundo de la drogadicción y “Nanas” como le dicen al expendedor de dicha cuadra, aprovecha que el joven parece tener suficiente dinero como para llevar comida a la casa de su madre durante una semana completa. David, estudiante de arquitectura, atemorizado y sin conseguir la hierba que tan ansioso lo tenía, entrega dos billetes de veinte mil pesos que llevaba en su billetera e inmediatamente, en un último respiro, siente cómo el puñal de su “drug dealer” le atraviesa el pulmón. La segunda puñalada le duele menos que la anterior. Cae recostado contra la pared de aquella esquina y se desliza lentamente en dirección hacia el piso.


 Muchos vieron lo que pasó, pero nadie hizo nada; eso le pasa por meterse con el “Nanas”. Finalmente, imaginemos que en esa misma esquina que murió David, hace un par de semanas, el párroco de una capilla cercana pago para desvirgar a Camila, “La Paisa”; en la misma cuadra de esa esquina duerme Fernando la mayoría de las noches por ser el lugar más seguro para un indigente; y allí, donde Fernando camina en contra de la gente para sentir que alguien lo observa, en la Séptima, Stephany, la mujer de Cristian, conoció al amante que provocó la separación de su hogar.

Así, solo imaginando, también quisiera imaginar ¿dónde estaba Dios cuando murió David, cuando Camila perdió su inocencia, cuando “Nanas” conoció las drogas y cuando Fernando o Cristian perdieron las ganas de vivir?

De pronto Dios se fue de vacaciones. O a lo mejor, cansado de todas las atrocidades cometidas por el hombre, decidió ayudar solo a alguna comunidad religiosa en particular, como los cristianos, o los testigos de Jehová. Quizá, sencillamente se fue a un lugar más tranquilo donde su creación no le diera tantos problemas.
Nadie puede afirmar nada, pero al parecer, Dios se fue.

Los seres humanos estamos atados a culpar a los demás por nuestras desgracias; culpamos, y agradecemos a un Dios que muy pocas veces se hace presente en nuestras acciones. Sea cual sea el Dios de cada quien, siempre me ha parecido que actuar con libertad y sin hacer daño al prójimo es un paso más cercano a la santidad que cualquier otra cosa; y eso, sin ser devoto en ninguna iglesia.

Dios, si es que existe, tendrá que regresar. Mientras, primero nos toca aprender a ser humanos y luego, si algún día logramos lo primero, llegaremos a ser creyentes.