martes, 17 de mayo de 2011

Parodia (Artículo de opinión)

Tratar de analizar los derechos humanos en Colombia es, por no decir más, un chiste de mal gusto. Es como analizar la nariz de un narizón o la cojera de un cojo; no tiene caso. Colombia es un país en el que a pesar de grandes esfuerzos, todavía se encuentra en una especie de “Medioevo”: los grandes terratenientes (señores feudales), las grandes empresas (en reemplazo de la iglesia) y una limitada alcurnia de gobernantes (representando a la nobleza y al rey) manejan al país a su antojo sin dejar huellas verdaderamente significativas con el paso de los años.

Primero hay que procurar entender qué son los derechos humanos, para después pasar a defender la idea de la casi inexistente vida que tienen en este país. En el ensayo ¿Qué son los derechos humanos?  del Grupo Praxis de la universidad del valle se sintetiza con claridad lo siguiente:
·         Los derechos humanos son demandas, sustentadas en la dignidad humana, reconocidas por la comunidad internacional, que han logrado o aspiran lograr la protección del ordenamiento jurídico.
·         Los derechos humanos son universales, incondicionados, imprescriptibles e inviolables en su núcleo esencial.
·         Para la protección de los derechos humanos hay diferentes instituciones como El sistema internacional de la ONU, el Sistema regional americano y El sistema colombiano  a las que se puede acudir para reclamar la protección de tales derechos en caso que se vean vulnerados.

Si los tres puntos que acabo de mencionar son, por lo menos en principio ciertos, cabe preguntarse ¿existen, o cuando menos son verdaderamente respetados los D.D.H.H en nuestro país, o se trata de una parodia en la cual se acatan pero no se aplican?

En el diccionario de la real academia de la lengua española, el significado que se le da a la palabra “parodia” es imitación burlesca; yo creo firmemente que es el caso que tratamos con en este tema. Es cierto que la tutela “es la garantía que ofrece la Constitución de 1991 del derecho que tienen todas las personas a la protección judicial inmediata de sus derechos fundamentales (…)se refiere a los derechos fundamentales de las personas; es decir, todos aquellos que son inherentes al individuo y que existen antes que el Estado  y están por encima de cualquier norma o ley que los reconozca o no”[1] pero no es una instancia a la que todo el mundo recurre porque en muchos casos su nivel básico de educación no les permite saber que tal recurso existe.

Sin embargo, el desconocimiento o el conocimiento de las herramientas que la ley ofrece para hacer valer los derechos no es mi punto de partida.

El problema con los derechos humanos en nuestra patria no reside en la existencia o en la no contemplación de los mismos sino en que desde un principio, en ningún momento se ha hecho algo verdaderamente significativo para que tengan validez; es decir, a pesar de que están contemplados y de que efectivamente las instituciones parecen estar diseñadas para que se atiendan, ni los ciudadanos ni el estado han comprendido e interiorizado la importancia y la naturalidad de estos derechos.

Un ejemplo clarísimo son los precarios índices de educación en nuestro país; es imposible que las personas conciban la importancia de sus derechos fundamentales si ni siquiera, en una buena mayoría de los casos, comprenden cómo funcionan las instituciones, de donde provienen sus derechos o cuando menos de dónde provino ese cuento de la dignidad humana, de la tolerancia, etc. Es como pretender formar un ingeniero químico sin los fundamentos necesarios en química, física y demás.

En buena medida es complicado afirmar que no se está hablando de una parodia cuando, ajeno al estado o no, existen ejércitos irregulares que según dicen, tienen como hobbie vulnerar derechos humanos; cuando los índices de corrupción son altísimos y hay altos grados de impunidad, cuando se descubre (irónicamente) que no solo son los grupos al margen de la ley los que violan D.D.H.H sino que también son las fuerzas regulares las que lo hacen (falsos positivos, masacres a indígenas, desapariciones forzadas), cuando hay censura o autocensura (como el cierre de la revista “Cambio” y el asesinato de periodistas) y cuando, para cerrar el cuadro que quiero mostrar, se busca alterar la constitución ─constitución en la que se contemplan los derechos y las instituciones que los protegen─ para que uno u otro personaje pueda muy en nombre de la democracia, quedarse para protegerla.

Y buscarle una raíz a la afirmación, incluso se torna complicado cuando se forma la pregunta ¿Qué fue primero, la falta de educación o el desempleo? ¿El desempleo o la pobreza? ¿La gallina o el huevo?

Hace unos años se dio el caso de una joven a la que se le estaba negando la educación por ser madre soltera, e hito de enemigo público para los fehacientes y muy conservadores (poco estudiados además) vecinos del pueblo, y que gracias a la tutela pudo reclamar por su derecho a la educación, a una vida digna y a una serie de derechos que se desencadenan de allí; este ejemplo no puede ser el único caso que se ha presentado en la historia del país; y así habrán millones y de igual forma, la constitución y las leyes habrán protegido a muchos colombianos.

Sin embargo, el conflicto reside en que hay cientos, miles de casos a lo largo de la historia desde la constitución del noventa y uno, y en que definitivamente no debería haber tantos incidentes de este tipo. En los medios de comunicación se denuncia uno que otro caso de falta de protección del estado a los derechos constitucionales y humanos a sus ciudadanos, pero son muchos más; son millones los que no tienen empleo, millones los que por falta de empleo no pueden comer, son millones los que por falta de empleo y de educación no pueden acceder a un sistema de salud que de verdad esté dispuesto a ofrecerles buenas condiciones en momentos de enfermedad… y todos esos millones no tienen tiempo para hacer filas o adelantar procesos de tutela porque cada segundo que pasa en este país desprotegido por los derechos humanos, seguramente significará un poco del plato de comida del día siguiente.



[1] http://www.lablaa.org/blaavirtual/ayudadetareas/poli/poli47.htm

“Paralelo De Seducción" (Ficción)

Dicen que los días en Bogotá dependen del estado de ánimo de sus habitantes, que depende de cómo los ciudadanos sienten los muros a su alrededor, de cómo sus almas compenetran con los callejones, semáforos y avenidas. Pues bien, hay como en todos los lugares del mundo historias paralelas; paralelas en manera metafórica como lo es en este caso. Mientras recorría las calles de la vieja candelaria, recordé como el lugar que me vio crecer, mi barrio, alberga historias dignas también de ser contadas por la valentía, osadía, y en cierta manera heroísmo con el que los protagonistas de estos cuentos de barrio contaron.

El día era oscuro. Seguramente no había sido un buen día para los bogotanos. Como todos los días, el grupo más destacado de jóvenes del barrio, el grupo al que yo solía pertenecer, se reunió en su lugar habitual de encuentro. Y de la misma manera que en la antigua legendaria Bogotá se reunían pensadores, líderes del pueblo,  jóvenes tolerantes y llenos de vida, nosotros, “los del barrio” nos reunimos en el parque para hacer lo que muchos adolecentes de un barrio de clase media hacen; hablábamos, fumábamos, jugábamos… cualquier cosa que ayudara a que el tiempo transcurriera mas rápido. 

Ese día en particular, a mediados de junio del 2006, algunas personas, conocidas por sus malas intenciones y su mal carácter con todo el mundo, se acercaron a nosotros con el extraño ánimo de entablar cierto tipo de amistad con el grupo. Para muchos, la seductora idea de hacer parte de esta gente les convenció y desertaron de lo que algún día fue, un convencional grupo de jóvenes de barrio.

Paralelamente como ya expliqué, en el pasado, en las calles de la candelaria, los ilustres hidalgos que alguna vez habitaron el centro principal de la ciudad, fueron desertando a lugares más allá de los rescatables; desertaron donde las ideas sabias y las mejores intenciones dejan de existir… y motivados por la seducción del poder y el dinero, dejaron atrás su ilustre pasado, para moverse en un mundo, donde los únicos que importaban eran ellos.

Los años transcurrieron y aquellos inocentes que alguna vez fuimos nosotros, ahora estaban orgullosos, felices, de las nuevas peripecias y aventuras que habían pasado a lo largo del tiempo, sin saber, que a los ojos de los vecinos que alguna vez nos quisieron, ahora no éramos más que un montón de vagos, repudiados por los demás y temidos por algunos. Pero, como ha de saberse, no hay historia que el poder de la corrupción termine bien, y un día en uno de los famosos apartamentos de estos ahora “destacados jóvenes” una muerte se pronunció.

Llegando el anochecer muchos años atrás, ese día en la Candelaria, un bogotano enfurecido por el hambre y la injusticia, se abalanzó sobre uno de los tantos que algún día defendieron a su gente, y le mostro la rabia que la inconformidad puede alcanzar, dándole fin al hombre… dándole fin, a aquel que mostró el dinero que el pobre sentía como suyo.

Esa misma noche pero muchos años después en la misma Bogotá, aunque en un barrio alejado de la Candelaria, Damián, un joven seducido por el poder, por la ambición del conocimiento de la calle, murió de una sobredosis de heroína… curiosamente la única “heroína” que él conoció en su vida aparte de su madre.

Ese día fue oscuro… tanto en el pasado como en el presente de la muerte de Damián.

Ese mismo día, alejados tan solo por el tiempo, dos ciudadanos, los dos supuestamente igual de valiosos murieron. Fallecieron por lo único que no está permitido en el paraíso terrenal colombiano, la seducción del mal. Murieron finalmente, por la única razón que un colombiano le puede fallar a sus semejantes: la ambición y el poder.

Cari frijolito Criticón. (Caricatura)