lunes, 12 de noviembre de 2012

“Nos vemos dentro de 20mil muertos más”

Jorge Enrique Botero, periodista

Albert Camus, periodista, filósofo francés y ganador del premio Nobel de Literatura aseguró una vez que una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala. Puede que existan pésimos, terribles, lamentables periodistas; pero también existirán comunicadores completos que procuren hacer su trabajo lo mejor posible: contrastando la información, consultando una intensa variedad de fuentes y, definitivamente, exponiendo tantos puntos de vista como sea posible.

De lo contrario, la prensa será mala y como consecuencia su trabajo estará mal hecho; no informará bien a los ciudadanos, no les permitirá una participación concienzuda y argumentada, no hará bien su trabajo y puede, incluso, que los obligue ha pensar y decir cosas sin fundamento.

Siempre es necesario que aún cuando sea incómodo o sesgado, alguien, si es que los medios de comunicación no lo hacen, muestre el otro lado de la moneda. Así, de pronto, la prensa será buena o mala, pero no perversa.

Este es el caso de Jorge Enrique Botero, un periodista que ha logrado destacarse en Colombia porque es un profundo conocedor y admirador de las FARC, ha desatado fuertes polémicas y a quien se le han cerrado las puertas a ejercer el oficio del periodismo en los medios “tradicionales del país”.

Botero es un tipo que ha gozado de toda clase de calificativos peyorativos como “publicista del terrorismo”, irresponsable y anti-ético. Se le ha acusado de hacerle juego a la guerrilla y, aunque se sostenga sobre argumentos medianamente sólidos, de simpatizante de las FARC. Sin embargo, no se puede olvidar que ser simpatizante no lo hace parte del grupo insurgente y, como el ha afirmado en varias entrevistas, una de las cosas que más ha hecho es mostrar algo que el resto de los medios colombianos no muestran del conflicto interno del país: el otro lado de la moneda, las guerrillas como actores del conflicto.

Sean lo que sean, también son fuentes de información, también son un punto de vista y las fuentes oficiales, avaladas por el Estado no son las únicas a las que el periodismo debe consultar.

Francisco Tulande, reconocido reportero y director de Radio Santa Fe, explica que Botero ha hecho un aporte al periodismo aprovechando su cercanía con los grupos subversivos para retratar su actividad en la ilegalidad; sin embargo, afirma que es una “apuesta arriesgada pues, como la mayoría de los periodistas intentamos movernos únicamente dentro de la institucionalidad, se puede mal entender sus movimientos; a pesar de eso le ha dado información a los colombianos que normalmente les ha sido vedada precisamente por su condición subversiva”; también afirma que lo bueno o lo malo de su actuar como periodista lo dirán en el futuro las audiencias.

A pesar de las acusaciones que recaen sobre él y su trabajo, ha sido galardonado varias veces en el extranjero. Premios como “Nuevo Periodismo Iberoamericano” (entregado por García Márquez), “Premio Oro” del Festival de Cataluña y “Premio Rey de España” son algunos de estos reconocimientos recibidos.

DJ:¿Cuál es su visión del conflicto armado en Colombia?

J.E.B: Creo que es un conflicto con unas profundas raíces sociales y políticas; está atado a la historia del país en los últimos 60 años y es el fruto del espíritu excluyente y violento demostrado por la negligencia de Colombia desde los años de nuestra independencia hasta nuestros días. Es un conflicto derivado del despojo al que han sido sometidos históricamente los campesinos de este país y se ha convenido desde el punto de vista económico a un sector muy importante de la economía.  Ha sido funcional a todas las políticas de saqueo de recursos naturales que se ha implementado en las últimas décadas. Por lo tanto, a pesar de que suene contradictorio ha sido muy útil para las grandes trasnacionales, por ejemplo. El hecho de que el país sea peligroso para la inversión extranjera ha generado que las empresas que llegan reciban todo tipo de beneficios desde el punto de vista de los impuestos, desde el punto de vista de las regalías que se quedan en Colombia y con eso han llevado unas ganancias mucho más altas de las de países sin conflicto.
Es un conflicto que ha llegado a niveles de degradación espeluznantes. Uno se pone a mirar la historia de la humanidad en los últimos años y se encuentra con pocos conflictos tan crueles donde han imperado tal nivel de degradación como el de los colombianos. Incluso esas imágenes tan dramáticas de África, Sudán y los conflictos étnicos de áfrica que son muy,  muy violentos se quedan en pañales junto el grado de sadismo que ha caracterizado al conflicto colombiano.
Como esas historias de paramilitares ocupando más de un día, asesinando todos los días sin clemencia, desde a mirada atónita de todo el pueblo a decenas y decenas de campesinos, utilizando motosierras, jugando fútbol con las cabezas de las personas, en fin. Unos niveles que realmente hace que sea muy difícil que nosotros lleguemos a lo que otros países han logrado que es el perdón, el olvido, la reparación de las víctimas; porque yo creo que las generaciones que han sido victimas de ese nivel de crueldad van a querer venganza y creo que lo que nos han pasado en los últimos años es una cadena de venganza que parece no tener fin en la que ambas partes la insurgencia y el Estado apoyados por los paramilitares, están cobrando sus propios dolores y sufrimientos a costa de más hechos de violencia.
Creo que es posible ponerle punto final y este periodo de diálogos pinta bien, yo diría que se observan buenos augurios para ese proceso. Está bien diseñado y concebido, es un buen momento histórico para que tenga punto final, confluyen muchos elementos que hacen prever un momento exitoso de este nuevo intento. Entre otras porque si de aquí no sale un pacto de paz me parece que tendremos que resignarnos por quinta vez a  20- 30 años más de tiros y muertos.
Decía Cano a Serpa, que era el jefe del equipo negociador del gobierno de ese entonces en Caracas, cuando se rompieron las negociaciones, “nos vemos dentro de 20 mil muertos más”. Entonces si esta ocasión no termina felizmente, nos veremos dentro de 100mil muertos más porque la tecnología también llega al campo de batalla y al Mono Jojoy lo mataron con 50 toneladas de bombas, póngale 10 tracto mulas cargadas a este man encima; eso es muchísima tecnología y el adversario del Estado no se va a quedar con las manos cruzadas; y habiendo plata y recursos pues por supuesto van a aparecer en la escena los misiles y armas de destrucción masiva. Las guerrillas se van a  trasladar a las ciudades.
En fin, hay buenos augurios. El más interesado curiosamente es justamente el que va ganado la guerra y no porque crea que ya la ganó y que los adversarios se vayan a entregar así mansamente, sino porque el modelo de desarrollo económico basado en la minería, los recurso naturales y en los agro combustibles, en la producción de biocombustibles que necesita plantaciones enormes y extensiones gigantescas de tierra, no puede existir con la masiva presencia de guerrilla en las zonas que, precisamente, están pensadas para hacer lograr estos proyectos. Entonces, paradójicamente es una urgencia del Estado y del modelo de desarrollo la consecución de un pacto de paz. Todo se junta. Me imagino que dentro de ese todo se puede incluir el estado de ánimo del movimiento guerrillero que viene de asimilar una serie de muertes muy fuertes que han recibido y que quizás han hecho pensar mucho desde el punto de vista pragmático a muchos de los jefes de la insurgencia. También debe estar pesando el cansancio. Me cuesta trabajo pensar que en unas circunstancias como las de hoy se repitiera el episodio de la Unión Patriótica. No veo que eso sea posible. Si eso sucediera otra vez y aniquilaran a las fuerzas políticas que surgieron de un acuerdo, en los próximos meses, Colombia sería declarada por la comunidad internacional un Estado fallido y creo que se nos cerrarían todas la puertas; ¡hasta las de los gringos! Seríamos un país maldito si se repitiera el terrorífico episodio de la UP, un partido político sacado de la escena a punta de tiros, una vaina que no se ha visto en ninguna parte del mundo moderno.

DJ: ¿ha visto cohibido su derecho  a la libertad de expresión?

J.E.B: Sí, totalmente. Yo he sido victima de la censura y de la intolerancia, he tenido que cargar con la estigmatización a lo largo de 10 años.  A mí no me dan trabajo en ningún medio de comunicación colombiano. Quizá me publiquen algo que tenga un valor periodístico indiscutible y que constituya una gran primicia o algo así, pero desde que yo empecé a intentar mostrar la otra cara de la moneda, el otro lado del conflicto para emparejar un poquito las cartas, para que el público tuviera la posibilidad de acceder a otras fuentes y otras miradas de la realidad; desde mismo ese momento empecé a ser victima de la estigmatización. Generales del ejército de las Fuerzas Militares de Colombia les decían a mis colegas que yo era el jefe de prensa del Mono Jojoy, señalamientos dentro de los canales donde trabajaba, que era cómplice de la guerrilla y hasta el propio expresidente Álvaro Uribe me acusó de propagandista de terrorismo, en fin. Por fortuna, he descubierto que por fuera pagan mucho mejor ya que, mejor dicho, aquí pagan precios miserables por trabajos que en otros lugares con muy bien cotizados y muy bien pagados. Le pagan unos sueldos extravagantes a un grupo de personas de los medios informativos y el resto los salarios dan pena.

DJ: ¿Ha recibido amenzas contra su vida?

J.E.B: Sí, por supuesto. Muchas. Ya no me molestan tanto por el teléfono y hubo una temporada que era infernal, incluso yo grababa muchos de los mesajes pero ya después me aburrí de esa vaina porque eran amenazas de alto calibre, con palabras de “los bajos fondos”, de parrillero mejor dicho, de parrillero de moto, de sicario. Me llegaban sufragios a la casa invitando a mi entierro y expresando el pésame a mi familia por mi muerte. Todo tipo de amenazas, seguimientos inmamables; se siente uno observado, vigilado. Eso ha mermado, pero durante los gobiernos de Uribe fue terrible.

DJ: Entonces, ¿ha cambiado la situación respecto al gobierno pasado, comparado con el gobierno Santos?

J.E.B: Sí, sí, definitivamente. Los ánimos se han calmado, se han atemperado los espíritus y las estigmatizaciones se han reducido y esos señalamientos del gobierno a esas personas que osaban criticarlo ya son cosa del pasado. Esas histerias de Uribe contra los periodistas y contra todo aquel que le hiciera un señalamiento o una crítica bajaron.

DJ: Muchos se preguntan y causa mucha curiosidad, ¿a qué se debe la confianza que las FARC ha depositado en usted?

J.E.B: Son decenas, tal vez cientos los periodistas que han tenido acceso a las FARC. Durante la época del Caguán aquello era verdaderamente cómico: un desfile de gente de la televisión europea, de la TV latinoamericana etc, entrando y saliendo de los campamentos; aquello era una romería de periodistas. Entonces no sólo he sido yo. Pero son muy pocos, somos muy pocos lo que hemos registrado la realidad de una manera equilibrada, sin sesgos, sin mala intención. Las FARC fueron objeto de campañas penosas desde el punto de vista periodístico, de descrédito, de deformación de su pensamiento, de su forma de ser, de su propia vida interna, de su realidad cotidiana; campañas demoledoras y totalmente artificiales, o con mentiras, o con realidades a medias o con exageraciones de verdades en muchos aspectos. Entonces yo no creo que las FARC hayan depositado su confianza en mi, no. Creo que las FARC valora, y altamente, porque el contraste ha sido muy grande, el equilibrio con el que yo me he acercado su mundo, frente a la agresividad con que han cubierto su realidad los otros periodistas u otros medios. Pero si quiero subrayar y dejar bien claro que ese equilibrio no ha significado nunca complicidad, por ejemplo, o que mi trabajo haya derivado hacia la apología o hacia la propaganda. De ninguna manera, y eso si, el otro día, en un debate público por radio, me estaban señalando así y yo dije que yo retaba a que se conformara un comité de ética, con las personas que quisieran para que revisaran mi trabajo sobre el mundo guerrillero, sobre el conflicto armado colombiano. A ver dónde hay algo apologético, es más, hay trabajos que yo he hecho que son considerados por ellos, por jefes de las FARC, como ‘muy dañinos’ para su imagen. Un ejemplo de un trabajo que ellos consideran desequilibrado en su contra es el documental “Bacano salir en diciembre”, en el que el Mono Jojoy se reúne con un grupo de prisioneros que tiene allá en su poder y pone los puntos sobre las ies, les dice las cosas como son: descarnadícimamente y yo lo registre y lo mostré así. Es más, eso ha sido utilizado 100 veces en propagandas contra la guerrilla por ONG’s y demás ¡y eso es trabajo mío! ¿Con qué han ilustrado la crueldad de las FARC en las campañas esas para invitar a manifestaciones contra la guerrila? Con imágenes mías. Entonces yo no entiendo como es que yo soy cómplice de la guerrilla cuando buena parte de mi trabajo ha sido utilizado para mostrar la supuesta arrogancia y crueldad de las FARC. Sí, además de eso, buena parte de la diligencia guerrillera de hoy está integrada por personas que fueron entrañables amigos de mi juventud; cuando yo estudiaba en el Externado, la facultad de comunicación tenía un consejo estudiantil que lo creamos nosotros. Y en ese consejo estudiantil hacía parte de la Unión Nacional de Estudiantes universitarios —UNEU—, de la cuál eran dirigentes Alfonso Cano, Andrés París, Leonardo posada... entonces, por supuesto que eso ha hecho mucho más fácil mi acceso al mundo guerrillero.

DJ: Y bueno, usted también es de ideología de izquierda?

J.E.B: Yo no milito hace años. Tengo una visión del mundo, por fortuna, marcada por una ideología. No me declaro neutral, desde el punto de vista de mi interpretación del mundo, ni de la realidad, ni de mis convicciones. Yo si, decididamente y sin rodeos, puedo decir que tengo un pensamiento de izquierda , tengo una expectativa de mundo que no es propiamente la que impera hoy. Yo creo que Colombia, o la izquierda se merece una oportunidad.

DJ: ¿Y cómo ha influido esta forma de pensar en el hostigamiento contra usted como periodista?

J.E.B: Mire, en un consejo de redacción en cualquier medio de comunicación de hace 30 años o 25, 20 años era un debate de ideas, habían periodistas con muy buena formación académica, cultural, intelectuales realmente; y lo que se hacía en un consejo de redacción era debatir, y había ideas de confrontación, etc. ahora estamos totalmente invadidos por el unanimismo en los consejos de redacción, y estos se vuelven en escenarios para impartir órdenes: “usted esto, usted lo aquello, que hay en política, que hay en aquello.. sea bien productivo y no pregunte mucho y no joda mucho”… entonces es un unanimismo exasperante, una pobreza que da lástima. Y si aparece una voz por allá, o dos o tres voces disidentes, son muy mal vistas.

DJ: Usted estuvo durante el secuestro de un avión de Aires que salió de San Vicente del Caguán. Puede parecer sospechoso que usted estuviera ahí precisamente en ese momento, o así lo han expresado… usted sabía del secuestro?

De ninguna manera. Veníamos de hacer un trabajo en la profundidad de la selva y llegamos corriendo a San Vicente del Caguán. En el avión cerré los ojos, los abro y veo a un tipo con una pistola: “quieto todo el mundo, cierre la puerta, blah blah blah” dando órdenes y pues, lo primero que pensé es este tipo es paramilitar; este avión seguro va para córdoba, quién sabe qué nos va a pasar, por ahí para sabotear el proceso de paz… el caso. Fueron horas pavorosas. Imagínese, un avión de estos llenos de familias, las mujeres lloraban, todo el mundo muy nervioso, jueputa, la tripulación no sabía que hacer y el tipo estaba realmente muy alterado; y se toma unas pastillas ahí y yo me decía a qué hora este señor se vuelve loco y empieza a matar a todo el mundo.. y bueno. Cuando ya aterrizamos en Bogotá, ahí estuvimos en la pista de aterrizaje como 6 horas y la cosa se calmó un poco. En eso yo le dije al tipo “hermano yo tengo un radio arriba en el maletero, déjeme sacarlo y escuchamos a ver que están diciendo”… y bueno, el señor aceptó porque la idea era hasta buena. El tipo se relajó tanto que se guardó la pistola en la parte de atrás del pantalón, se concentró en lo que decía la radio y es en ese momento que uno de los pasajeros lo coge desde atrás, lo encuella, lo tira al piso, otro pasajero se lanza, le quita la pistola y yo le cojo las piernas al tipo. Y bueno, ahí llegó la policía, se lo llevaron y nos dejaron salir…
Qué idea más loca…
Al otro día me llamaron del tiempo y me escribí una larga crónica, de una página entera con la historia.

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