domingo, 20 de noviembre de 2011

Agradecmiento Formal

Gracias a mi madre, a mi padre y a mi hermano (quienes siempre me han brindado su apoyo); gracias a los profesores de la facultad de Comunicación Social- Periodismo de la Universidad Externado de Colombia, gracias al juez que evaluó este blog y gracias a los premios ETECOM por reconocer mi esfuerzo.

Cuando presenté algunos de mis trabajos y mi blog, sinceramente, en ningún momento se me ocurrió que resultaría finalista para ninguna de las categorías; y mucho menos en la que obtuve el segundo puesto. Me sorprendió cuando me lo dijeron y aún hoy me sigue sorprendiendo. Tener un blog es más un hobbie y una forma de desahogarme sobre todos los temas que a diario me preocupan, usualmente (sin que se lea exageradamente modesto) no espero que muchas personas lo revisen o lo visiten en búsqueda de mi opinión; nunca pensé que algún personaje bien entendido sobre el tema como Ricardo Galán tuviera alguna opinión favorable sobre mi trabajo, o al menos la suficiente como para otorgar a "EnZilencio" el segundo puesto en la categoría de Prensa Digital de la premiación ETECOM.

Me siento tremendamente honrado y, por qué no decirlo, orgulloso. Orgulloso de que el trabajo de las personas que dedicamos esfuerzo por el periodismo se nos reconozca nuestro esfuerzo, orgulloso de los profesores que me han formado a lo largo de mi carrera, orgulloso de poder darle alegrías a mi familia y orgulloso de este logro. No quiero sonar "pedante" pero de verdad me llena de alegría y de orgullo.

Agradezco, por supuesto, a las personas que leen de vez en cuando el blog y lo visitan; se toman un poco de su tiempo para revisar mi opinión y sé lo valioso que es. Valioso para mí y porque gastar su tiempo leyendo algo de lo que escribo, es el mejor regalo que me podrían dar. El tiempo hoy en día vale más que muchas otras cosas; hoy en día el tiempo es plata, es sentimiento, es esfuerzo, y es grandioso que me regalen un poco del suyo.

Quiero agradecer también a otras personas que me han acompañado durante el proceso de creación, como los amigos que me asesoran y mi novia.

También es importante agradecer a David Osorio (cuyo blog "De Avanzada" ganó el primer puesto), quién me recomendó entrar al concurso y me hizo importantes sugerencias para mejorar este espacio que, por no decir más, ahora se ha convertido en un lugar para las personas que lo visitan y lo leen.

Muchas Gracias a todos.


David Fernando Jáuregui Sarmiento.



Les dejo una foto con el presidente de Telefónica ETECOM y David Osorio, ganador del primer puesto de la categoría.

Premiación



Corrupción en las instituciones, la estocada final a una economía enferma

Colombia es un país que tiene los suficientes recursos naturales, la mano de obra y, si hiciera un esfuerzo más allá de la mediocridad, la infraestructura para competir con cualquier país de mundo. Cuenta con territorios y riquezas envidiables tales como el petróleo, carbón, nickel, plata, oro, platino, gas natural, esmeraldas, frutas, verduras, café, mares, costas, ríos, tierras cultivables, ganado y flores, además de una fuerza de trabajo (mano de obra) considerable; factores que hacen de este país un lugar exquisito para hacer negocios y para generar una cantidad innumerable de bienes y servicios que lograrían hacer de este Colombia prácticamente una potencia, por lo menos, latinoamericana.

Recientemente firmó tratados con Canadá y Estados unidos, factor que a pesar de las falencias que tiene la infraestructura y las instituciones (entre otras), puede impulsar la economía del país a niveles prácticamente nunca antes alcanzados.


Ahora bien, como en todos los países, en Colombia tenemos problemas graves que tienen que ser solucionados con la mayor prontitud posible. Líos como el conflicto armado que ha vivido el país durante más de 60 años, la desigualdad social patrocinada por la falta de control estatal, el narcotráfico, y la corrupción han hecho que el progreso se haya visto seriamente retrasado y que la economía haya sufrido un proceso de “enfriamiento” a tal punto de que pareciera que tenemos una economía enferma.
Uno de los pilares problemáticos y más significativos es la corrupción. Genera malestar en la población, sólo beneficia a algunos pocos, hace daño a la economía colombiana (y por tanto al país) y a la población más desfavorecida (como se dice por ahí, a “los de a pie”).

Mauricio Medinaceli define la corrupción (citando a Sheleifer & Vishny) como “la venta por parte de oficiales del gobierno de propiedad del mismo para fines de lucro. En este sentido, una definición amplia de corrupción engloba a todas las acciones de una o más personas que toman beneficio privado de algún acuerdo común. Esta definición tiene la virtud de no sólo englobar la acción de servidores públicos, sino también de aquellas personas privadas que obtienen beneficio privado de algún acuerdo (implícito e explícito) social”; esta definición concluye algo que al parecer se pierde de vista cuando revisamos las acciones corruptas que afectan al país: que el problema no sólo es de los servidores públicos sino también de los particulares que o bien patrocinan o bien no toman ninguna acción de las acciones corruptas del servidor público con tal de obtener beneficio de dónde el común se debería beneficiar.

domingo, 9 de octubre de 2011

Apropósito de las nuevas reformas a la educación en Colombia

Les dejo un breve documental en el que he estado trabajando y que, de alguna forma, es la razón por la que he tardado en hacer nuevas entradas.

Saludos a mis pocos lectores.

lunes, 29 de agosto de 2011

Apropósito de la muerte de Daniel Becerra "tripido"

Luego de que los ciudadanos han presionado, finalmente, se comienza a ver la realidad que ya era evidente: un policía, "dios" sabe porqué razón, disparó por la espalda, a menos de 2 metros, a un niño que pintaba una pared en la base de un puente. Diego Felipe Becerra murió huyendo, pensando que lo máximo que le pasaría sería un rato en la estación de policía.

No me interesa si era o no era "un buen muchacho". No me interesa si fumaba o no fumaba marihuana, si bebía con frecuencia o si no era un buen alumno. Repito lo que había dicho con anterioridad; me indigna profundamente que haya muerto en manos de un policía. Y sí, me pone mucho más triste que lo haya hecho un uniformado que un criminal, porque un criminal es un criminal y aunque sea igual de horrible la muerte de una persona, es aún más tenaz cuando el victimario es un agente oficial, un servidor público, alguien al que la mayoría de los ciudadanos dejan la "seguridad" en sus manos.

No sé que decir, porque no entiendo bien porque pasan esas cosas en este país. Comienzan a aparecer pruebas en contra del grafitero que resultan ofensivas por inconsistentes; en cambio la versión de los allegados al niño asesinado tienen más peso y más lugar en la realidad.

lunes, 22 de agosto de 2011

La escuela de la infamia: la muerte de una artista

Cobardes. Asesinos, cobardes, abusivos... ¿Qué más se puede decir de una persona que dispara por la espalda a una persona inocente?¿Qué podemos esperar los ciudadanos si la misma policía dispara a quema ropa a un civil desarmado e inocente?¿Qué es del futuro de los colombianos si la fuerza pública que se supone está para protegernos ataca a los artistas y los trata como si fueran los delincuentes a los que ellos dicen "capturar"? 

Es un insulto para todos los colombianos que la policía ahora se de el gusto de matar jóvenes sin siquiera tener argumentos con los que defenderse, ya ni siquiera lo planean, ahora lo hacen sin vergüenza, como si se tratase de un animal, de un ser sin vida. No es posible que ya no sólo asesinen por intereses políticos sino que se dediquen a asesinar artistas, personas que expresan su ser social y sus ideas en dibujos, en música, en poesía, en libros... Me indigna y tiene que indignarlos a todos, cegar una vida por capricho de un civil mal educado, irresponsable, inconsciente vestido con uniforme y placa no es un acto que deba pasar desapercibido; tiene que ser el detonante que demuestre que ni Bogotá, ni cualquier parte de este país es un lugar seguro para quienes dedican sus vidas a algo más que la política o la delincuencia (casi la misma cosa en Colombia).

La vida de Diego Felipe Becerra no era una vida prescindible, como la de ningún colombiano, pero la impunidad reina y la estupidez de estos (con todo respeto, yo sé que muchos, espero que la mayoría, no lo son) salvajes con armas pagadas con nuestros impuestos anden por ahí garantizando el miedo y la injusticia propia del país enfermo en el que vivimos.

¿Cómo es posible que el padre del muchacho escuche a DOS CORONELES Y DOS MAYORES diciéndole a otro oficial que mentiras decir y en qué estadísticas basarse para proteger la institución que por intocable mata?¿cómo, cómo, cómo!!!!!!???

Los primeros reportes oficiales dicen que los agentes iban tras unos atracadores que habían asaltado una buseta. Aunque lo dudo, si fuese así, como muestra el reportaje del EL TIEMPO (no me gusta leerlo pero tenía, esta vez, la información más completa) es lamentable que no puedan demostrar dónde está la buseta o los pasajeros que fueron asaltados, y que lo único que tienen a su favor es un arma que con seguridad nunca estuvo en las manos que por no dispararla pintaban.

Es infame que los padres de este joven hayan contribuido con impuestos (que salen de su trabajo y su esfuerzo de quién sabe cuántos años) y que ese mismo dinero haya pagado las dos balas y el sueldo del victimario de su propio hijo. Es infame que lo más probable es que los tributos que han pagado a este país no alcancen para pagar la justicia que deben estar esperando.

No lo conocía, mentiría si lo hiciera, y tampoco tengo hijos, pero por naturaleza sé que es uno de los peores sufrimientos que puede sentir un humano, la muerte de un hijo. Tampoco me gustaría que mataran a mi hermano o al cualquier amigo mío. Es más no me gusta y no tiene porqué gustarle a cualquiera que maten a una persona; la muerte de una persona no tiene porque ser celebrada.

Tal parece que los amigos y parientes de "Tripido" van a organizar una marcha en protesta de su muerte y de este tipo de actos el Sábado 27 de agosto. Yo voy a asistir.


Para ver el vídeo haga click aquí





lunes, 15 de agosto de 2011

El Estudiantado Chileno y el poder de las libertades civiles

Estuve viendo un documental que explica las razones por la cuales en Chile las revueltas estudiantiles continúan con tanta insistencia a pesar de los esfuerzos del gobierno y de las fuerzas anti motines por apagar los ánimos. Me causó especial emoción ver como cada una de las quejas que expresaba uno de los líderes estudiantiles eran muy parecidas a las condiciones que se presentan en nuestro país y que a diferencia de nosotros, ellos están muy conscientes de que la privatización y el lucro en la educación es excluyente y no ayuda al desarrollo del país.

El video es un documento interesante.

Muestra que la juventud si tiene la capacidad de enfrentarse a la injusticia y al maltrato que el gobierno de turno quiere imponer sobre los ciudadanos; ¿cómo lo hace? lo logra mostrando estudiantes, profesores y padres unidos en contra de la educación como un servicio más no como un derecho; muestra estudiantes líderes de colegios de Bachillerato (ya quisiera ver yo cuántos de los que tienen la capacidad y el intelecto se expresan como los estudiantes de Chile) hablan sobre el descontento propio y el nacional que les espera por las vías de la educación privatizada, se puede ver también que las protestas más que vandalismo están llenas de alegría joven y reconfortante que le hace sentir al expectador la esperanza de una generación sin miedo a las represalias de quienes tienen el poder y, sin educar los ciudadanos, quieren conservarlo.

Así, mientras lo veía y luego leía y releía noticias sobre los tres meses que lleva ya el estudiantado chileno en manifestaciones me pregunté, ¿por qué en nuestro país no logramos movilizaciones sociales tan grandes?¿Es que somos tontos y no sabemos cómo hacerlo? o ¿Es que el gobierno chileno es menos represivo y luego de Pinochet no se atreve a actuar como se está acostumbrado en nuestro país?

La verdad no tengo la respuesta estricta a las preguntas, pero si que puedo hacer unas breves comparaciones con respecto a los cientos de miles de estudiantes chilenos y a su gobierno. Es cierto que, como yo lo veo, el colombiano promedio (sin tener la culpa, es una cosa cultural) es apagado y conformista; que le tiene miedo al cambio y su razón está motivada por el diario vivir más que por el futuro (algo sobre lo que tampoco ninguno tiene la culpa); pero es bien es cierto también que hay miles, tal vez al igual que en Chile, cientos de miles de personas dispuestas a asumir el rol de conductores de la transición hacia un país mejor; a saber, los estudiantes y la comunidad académica de Colombia.

Acá también hay ideas y aquí también hay ganas. Ahora bien, como lo dice una parte un entrevistado en el video, sí existe una diferencia entre nosotros y los chilenos; y es que la generación que está en movilización creció sin el miedo a la dictadura, creció sin el miedo a morir de repente como si la vida humana no fuera más que una bala en el cañon de un arma enferma. Los colombianos no asimilan eso aún, porque lo siguen viviendo a diario.

Aquí el brazo armado del gobierno sigue existiendo (por mi seguridad prefiero no tratar más ese tema en particular), y cuando las expresiones civiles son respetadas siempre se ven aplacadas por estrategias mediáticas que pretenden criminalizar a los manifestantes. Además se persiguen, sin ningún tipo de restricción, a periodistas y políticos de la oposición ( Hollman Morris, Daniel Coronell, etc.)

Es decir, ¿si se meten con figuras públicas, por qué no se meterían con cada pobre mortal que nunca ha salido en un medio de comunicación y al que muy pocos conocen?

Otra cosa de resaltar que me hizo soñar fue que incluso quienes no son estudiantes y entienden la situación, no se han dejado llenar la "tasa racional" de lo que les proponen los medios nacionales y han decidido apoyar a los jóvenes mediante expresiones populares como el "cacerolazo". Me alegra mucho que los padres y los amigos de los padres entiendan aún cuando (sólo en apariencia) es un tema que ya les incumbe poco.

Sin miedo es más fácil ser ciudadano.

Así, y dado que el Gobierno de Piñera y sus ministros no quieren reaccionar ante la presión, los manifestantes van a recurrir a otros mecanismos de participación popular como el plebiscito; de forma tal que, pase lo que pase, el interés colectivo y la justicia tenga cabida en la vida nacional de Chile.



Y qué?

Anonymus se atribuyó nuevos ataques a páginas oficiales colombianas.






lunes, 8 de agosto de 2011

Un respiro: El Fútbol Nacional

Nunca conocí la fiesta del fútbol hasta hace un par de días. Siempre escuché que ver un partido de este deporte por televisión no se puede comparar con ver uno en vivo, en el estadio, cerca de los jugadores, escuchando los gritos del entrenador y de los aficionados; haciendo las tremendas filas para comerse un perro caliente a precios altísimos y pasando por filtros de requisas que al final se vuelven molestas.

No mentían. Es una experiencia que sin lugar a dudas vale la pena repetir.

Asistí por primera vez a un partido de fútbol profesional el pasado Viernes 5 de Agosto en el Nemesio Camacho, El Campín. Se trata del mundial, y así no sea el de mayores, mi familia y yo teníamos que asistir al menos una vez antes de comenzar a parecer extraños entre nosotros (a todas las familias les pasa).

El estadio se ve mucho más bonito e interesante cuando se sabe que va a ser parte de él en unos minutos; la cotidianidad y el afán usualmente nos obliga a ignorar la arquitectura de la ciudad y no niego que nunca antes había puesto reparo en esta construcción. Resulta que, por obvias razones, es tan grande como imponente. Miles de personas caminan maravilladas hacia la edificación con sonrisas en sus rostros, puede que sea por la expectativa de su interior, de los jugadores, del momento del gol, de la emoción.

Para sostener más de 35000 personas esta estructura tiene que ser maravillosa. Seguramente (a menos de que se trate de arquitectos o ingenieros civiles, o alguna cosa así) nadie tiene idea de como el concreto, junto con el metal, logran sostener a tanta gente junta. Yo tampoco lo sé, pero sé que tiene que ver con la distribución del peso a lo largo de las columnas que se reparten a lo largo de toda la construcción. Algunas, particularmente en el sector oriental y occidental, son inclinadas a izquierda y derecha, formando triángulos entre ellas; en "sig-sag" como si se tratara de un juego estético, de una torre de cartas, sólo que esta vez, no sostienen más de ellas sino silleterías con personas.




Todos los espectadores, a excepción de algunos pocos, visten la camiseta de la selección; del equipo de La República de Korea habían muy pocos y la única forma de encontrarlos en grupo era cuando estaban juntos haciendo fuerza a su equipo. Miles, literalmente miles de camisas amarillas cubrían la estructura; desde la prenda más actualizada hasta unas que parecían las de la selección del 93, marca Comba, cuando se utilizaba el cuello amplio que sobresale de la camiseta y baja en corto azul nuevamente sobre el cuello. Estaban las Lotto del 2002 al 2010, las Reebook (en mucha menor cantidad) que fueron a Francia a disputar el mundial de mayores; se podía repasar la historia de la selección si se prestaba atención a los asistentes del partido (por supuesto, sobraban las imitaciones, incluyendo la que yo llevé puesta).

La espectativa se agiganta cuando se está a punto de llegar a las tribunas. Lo primero que se puede ver es la iluminación y parte de las gradas del lado contrario del estadio. Y ruido. Mucho ruido que golpea en los oídos y eriza la piel. Después de todo es un sonido que sólo puede venir de una masa de personas que vienen a llorar o a celebrar el triunfo de alguno de los equipos. Todos juntos entran y todos juntos salen sin importar el resultado.

Los padres dirigen a sus pequeños tomándolos de los hombros con fuerza, seguramente para que no se les pierdan de vista y no les arruinen el rato; sería triste que en cambio de ver el juego se queden buscando con desesperación al chico. Se les ve, a los mayores, a los padres con cara de orgullo. Están con sus hijos en el estadio en un partido de la selección; a los más jóvenes se les ve esa mirada de inocencia, de perplejidad; ellos también saben que no deben separase de su viejo y que están a punto de presenciar un juego de fútbol. Una de las pocas cosas que mantienen a este país unido.

A medida que se acerca el comienzo del partido, la multitud comienza a animar al equipo local con gritería y palmas; yo imagino que se escucha en los camerinos y, ante tal estruendo, a los jugadores también se les riza la epidermis. 




La iluminación es un sueño. Por lo menos en las graderías no alcancé a ver un lugar en el que la luz no llegara. En las cuatro esquinas del Campín se alzan las torres que hacen parte de la iluminación del lugar; se sabe que son bombillos de alto voltaje, que deben ser unas 20 o 25 columnas por unas 10 filas de estos, pero parecen uno solo. Una gran pantalla que irradia luz cegadora que se encarga de hacer juego con las otras tres para alumbrar cuanta sombra sea posible.

Luego de unas palabras pronunciadas por una voz desconocida y con mala pronunciación del inglés, entran los árbitros seguidos de los jugadores y la multitud estalla en ruido. Gritos, chiflidos, cornetas y vuvuzelas ensordecen el silencio. Cuando los equipos se acomodan en línea mirando hacia el occidente (donde se encuentran los palcos preferenciales y la boletería más cara) se reproducen los himnos de los países a los que pertenecen cada equipo. Primero el visitante y luego el local.

Con tristeza, con profundo dolor noté que mientras sonó el canto nacional de La República de Korea, la multitud no calló; ni chistó el silencio mientras fervientemente los extranjeros cantaban a su patria. Me avergoncé de ser colombiano y baje la cabeza (en silencio) mientras sonaba su himno. No sé nada sobre la moral más me inculcaron principios dice una canción de rap venezolano.

Cuando terminó la canción nacional extranjera, luego de unos segundos, sonó la composición de Oreste Síndici y la multitud dejó de producir cualquier clase de sonido. Callados todos. Me pregunto que sintieron los visitantes que estaban en la sillas altas de la parte sur oriental. La gran mayoría canto la letra de Rafael Nuñez sin detenerse hasta el final. Se me crispó la piel de nuevo, esta vez no tanto por la emoción; no sé por qué fue. Tal vez porque soy colombiano y nunca había escuchado el himno nacional tan alto. Lástima que no supimos hacer lo mismo por nuestros invitados. Mal por los anfitriones.




El juego comenzó sin ninguna novedad; ya había visto que se formaba alboroto cuando empieza el partido una vez que estuve viendo otro cotejo de la selección de mayores en un bar.

A medida que transcurría el partido la emoción y el miedo aumentaban. Cada llegada del equipo contrario lograba soltar una respiración de todas las personas que se asemeja a un ventarrón con el volumen de 50 baffles de la mejor calidad. Era jocosa la cantidad de palabras soeces que salen de las bocas de las personas cuando un jugador se equivoca haciendo un mal pase o cuando fallan un tiro al arco. Se exalta el uso de la grosería con delicadeza; nadie tuvo en cuenta (incluyéndome) que habían muchos niños cerca y que, con seguridad aprenderían tan rápido como sus padres dicen las "vulgaridades". Puede que en este contexto sea aceptable. No lo sé, no soy quién para decirlo.

Fueron varios de estos momentos hasta que por fin... se hizo el gol por el que la mayoría de los asistentes fuimos. Eso si; no soy un fanático del fútbol pero ver un gol en el estadio es muy distinto a verlo en la pantalla (grande o pequeña). Imagino, nuevamente, que el grito colectivo que anunció el gol se escuchó varias cuadras al rededor del estadio. Todos sonreían mientras veían la repetición en la pantalla. O por lo menos la mayoría.

Luego del gol, tengo que admitir, el partido se tornó monótono y se perdió un poco la emoción; sin embargo, a pesar de que no hubo mucho para ver después de la primera anotación los pocos momentos de juego fuerte que se presentaron compensaron la espera. Cuando los jugadores se acercan al arco (no importa de qué equipo) los espectadores se ponen de pie a la espera de que la jugada concluya; cuando acaba, como si fuera la liberación de una carga imperiosa sobre los hombros de la que se liberaran, se sueltan con una libertad jocosa sobre sus asientos. Eso sucede durante todo el partido; hasta como ejercicio debe resultar tal movimiento.

Sobre las luces que están arriba de los palcos preferenciales, durante más de la mitad del partido, se posó el atardecer y, no sé si en conjunto con la iluminación del Nemesio Camacho, se formó un color morado y naranja que hacía degradé en sus diferentes tonalidades hasta que se unían con el techo del estadio; no sólo hubo juego sino también buena vista. No tengo experiencia en eso de la afición del fútbol pero seguro que fue un buen día para el país.

Es bonito ver como convergen todos los estratos sociales, gente de todo tipo, con todas las formas de pensamiento que se puedan imaginar y que nadie agredió a nadie. 35000 colombianos pasaron al rededor de 120 minutos de armonía y amistad sin necesidad de recurrir a la tradición violenta que nos caracteriza. Todos hermanos colombianos. Nada de nacionalismo, nada de diferencias; solo gente que vive en el mismo lugar y que comparte su cariño por un deporte que siempre ha sido de su preferencia.

Bonito, un gesto bonito sin duda.

Cuando acabó el partido y el resultado final se pronunció, la multitud celebró con aplausos y chiflidos. los jugadores saludaban y rendían tributo a la responsabilidad que se les asignó: darle un respiro a este país enfermo.





jueves, 4 de agosto de 2011

¿Y nuestras libertades civiles? (Artículo de opinión)

Tengo 21 años de vida y no me acuerdo de ningún momento histórico en particular en que los colombianos estuviéramos dispuestos a renunciar a nuestros derechos como civiles y ciudadanos. Por supuesto, los colombianos han tomado decisiones incorrectas en las urnas de votación y los resultados han sido devastadores; en resumen, la ciudadanía nacional no ha sabido corresponder a la "suspicacia indígena" que supuestamente nos caracteriza, y ha optado por elegir a quienes, sin expresarlo en ningún discurso político, vienen a quitarle a los habitantes de Colombia una de las pocas cosas que aún les pertenece: sus derechos.

La historia patria en ese sentido es muy interesante. Bien lo documenta Alfredo Molano en muchas de sus obras (Trochas y Fusiles, Los años del Tropel, etc.); este sociólogo, escritor y periodista colombiano ha dedicado buena parte de su vida ha narrar la forma en que desde los inicios del conflicto en nuestro país, a la población se le ha negado el derecho a elegir una forma de pensar, una posición crítica y (por supuesto junto con la innumerable cantidad de violaciones que un problema de violencia como el que vivimos puede traer) una vida digna para los presentes y los futuros.

Ahora bien, es curioso notar que medio siglo más tarde las cosas siguen idénticas sino que con una nube  de humo que esconde la negación de nuestras libertades civiles.

¿No le ha parecido extraño al lector que cada vez que los ciudadanos están preparando una manifestación los grandes medios de comunicación empiezan a "informar" que "según fuentes de la policía habría infiltraciones de las FARC"?

¿No es curioso que cuando los transportadores hacen un paro significativo, que por supuesto por molesto a la cotidianidad es efectivo, llamen a las empresas que están liderando la manifestación y una de las primeras acciones sea quitarle su personería jurídica?

¿Por qué las expresiones como las marchas estudiantiles o de trabajadores terminan opacadas por la fuerza pública y mostradas como disturbios de revoltosos sin oficio?

Creo que hay que tener en cuenta que ni expresarse, ni manifestar NI PENSAR es un delito y más bien es una cualidad que la esfera política y de la "fuerza pública" (o como le decía Jaime Garzón, la violencia legítima del Estado) deben celebrar, no satanizar.

Hoy 4 de Agosto, vi un artículo en el periódico El Espectador en el que el concejal Jaime Caicedo denunció que la supuestas infiltraciones de las FARC es una especia de "falso positivo" gubernamental que utilizan para validar la represión injustificada a las manifestaciones civiles propiciadas por los estudiantes, indígenas y sindicatos.

Es obvio, ¿dónde estaría el gobierno si los colombianos fueran ciudadanos activos y participativos? ¿Qué sería de los políticos corruptos y de las aparentes relaciones que tienen con las "bandas criminales" y las mafias?

Yo sé que pasaría. Tendrían que irse a donde pertenecen (a la cárcel) o enderezar sus caminos, porque si hay una verdad social es que los civiles somos quienes pagamos sus sueldos y quienes pagamos los platos rotos de todos los delitos que estos ladrones encorbatados cometen; y por esta razón NO PUEDEN, desde ninguna perspectiva, permitir que nos organicemos y que hagamos ejercicio de nuestros derechos como colombianos.

martes, 17 de mayo de 2011

Parodia (Artículo de opinión)

Tratar de analizar los derechos humanos en Colombia es, por no decir más, un chiste de mal gusto. Es como analizar la nariz de un narizón o la cojera de un cojo; no tiene caso. Colombia es un país en el que a pesar de grandes esfuerzos, todavía se encuentra en una especie de “Medioevo”: los grandes terratenientes (señores feudales), las grandes empresas (en reemplazo de la iglesia) y una limitada alcurnia de gobernantes (representando a la nobleza y al rey) manejan al país a su antojo sin dejar huellas verdaderamente significativas con el paso de los años.

Primero hay que procurar entender qué son los derechos humanos, para después pasar a defender la idea de la casi inexistente vida que tienen en este país. En el ensayo ¿Qué son los derechos humanos?  del Grupo Praxis de la universidad del valle se sintetiza con claridad lo siguiente:
·         Los derechos humanos son demandas, sustentadas en la dignidad humana, reconocidas por la comunidad internacional, que han logrado o aspiran lograr la protección del ordenamiento jurídico.
·         Los derechos humanos son universales, incondicionados, imprescriptibles e inviolables en su núcleo esencial.
·         Para la protección de los derechos humanos hay diferentes instituciones como El sistema internacional de la ONU, el Sistema regional americano y El sistema colombiano  a las que se puede acudir para reclamar la protección de tales derechos en caso que se vean vulnerados.

Si los tres puntos que acabo de mencionar son, por lo menos en principio ciertos, cabe preguntarse ¿existen, o cuando menos son verdaderamente respetados los D.D.H.H en nuestro país, o se trata de una parodia en la cual se acatan pero no se aplican?

En el diccionario de la real academia de la lengua española, el significado que se le da a la palabra “parodia” es imitación burlesca; yo creo firmemente que es el caso que tratamos con en este tema. Es cierto que la tutela “es la garantía que ofrece la Constitución de 1991 del derecho que tienen todas las personas a la protección judicial inmediata de sus derechos fundamentales (…)se refiere a los derechos fundamentales de las personas; es decir, todos aquellos que son inherentes al individuo y que existen antes que el Estado  y están por encima de cualquier norma o ley que los reconozca o no”[1] pero no es una instancia a la que todo el mundo recurre porque en muchos casos su nivel básico de educación no les permite saber que tal recurso existe.

Sin embargo, el desconocimiento o el conocimiento de las herramientas que la ley ofrece para hacer valer los derechos no es mi punto de partida.

El problema con los derechos humanos en nuestra patria no reside en la existencia o en la no contemplación de los mismos sino en que desde un principio, en ningún momento se ha hecho algo verdaderamente significativo para que tengan validez; es decir, a pesar de que están contemplados y de que efectivamente las instituciones parecen estar diseñadas para que se atiendan, ni los ciudadanos ni el estado han comprendido e interiorizado la importancia y la naturalidad de estos derechos.

Un ejemplo clarísimo son los precarios índices de educación en nuestro país; es imposible que las personas conciban la importancia de sus derechos fundamentales si ni siquiera, en una buena mayoría de los casos, comprenden cómo funcionan las instituciones, de donde provienen sus derechos o cuando menos de dónde provino ese cuento de la dignidad humana, de la tolerancia, etc. Es como pretender formar un ingeniero químico sin los fundamentos necesarios en química, física y demás.

En buena medida es complicado afirmar que no se está hablando de una parodia cuando, ajeno al estado o no, existen ejércitos irregulares que según dicen, tienen como hobbie vulnerar derechos humanos; cuando los índices de corrupción son altísimos y hay altos grados de impunidad, cuando se descubre (irónicamente) que no solo son los grupos al margen de la ley los que violan D.D.H.H sino que también son las fuerzas regulares las que lo hacen (falsos positivos, masacres a indígenas, desapariciones forzadas), cuando hay censura o autocensura (como el cierre de la revista “Cambio” y el asesinato de periodistas) y cuando, para cerrar el cuadro que quiero mostrar, se busca alterar la constitución ─constitución en la que se contemplan los derechos y las instituciones que los protegen─ para que uno u otro personaje pueda muy en nombre de la democracia, quedarse para protegerla.

Y buscarle una raíz a la afirmación, incluso se torna complicado cuando se forma la pregunta ¿Qué fue primero, la falta de educación o el desempleo? ¿El desempleo o la pobreza? ¿La gallina o el huevo?

Hace unos años se dio el caso de una joven a la que se le estaba negando la educación por ser madre soltera, e hito de enemigo público para los fehacientes y muy conservadores (poco estudiados además) vecinos del pueblo, y que gracias a la tutela pudo reclamar por su derecho a la educación, a una vida digna y a una serie de derechos que se desencadenan de allí; este ejemplo no puede ser el único caso que se ha presentado en la historia del país; y así habrán millones y de igual forma, la constitución y las leyes habrán protegido a muchos colombianos.

Sin embargo, el conflicto reside en que hay cientos, miles de casos a lo largo de la historia desde la constitución del noventa y uno, y en que definitivamente no debería haber tantos incidentes de este tipo. En los medios de comunicación se denuncia uno que otro caso de falta de protección del estado a los derechos constitucionales y humanos a sus ciudadanos, pero son muchos más; son millones los que no tienen empleo, millones los que por falta de empleo no pueden comer, son millones los que por falta de empleo y de educación no pueden acceder a un sistema de salud que de verdad esté dispuesto a ofrecerles buenas condiciones en momentos de enfermedad… y todos esos millones no tienen tiempo para hacer filas o adelantar procesos de tutela porque cada segundo que pasa en este país desprotegido por los derechos humanos, seguramente significará un poco del plato de comida del día siguiente.



[1] http://www.lablaa.org/blaavirtual/ayudadetareas/poli/poli47.htm

“Paralelo De Seducción" (Ficción)

Dicen que los días en Bogotá dependen del estado de ánimo de sus habitantes, que depende de cómo los ciudadanos sienten los muros a su alrededor, de cómo sus almas compenetran con los callejones, semáforos y avenidas. Pues bien, hay como en todos los lugares del mundo historias paralelas; paralelas en manera metafórica como lo es en este caso. Mientras recorría las calles de la vieja candelaria, recordé como el lugar que me vio crecer, mi barrio, alberga historias dignas también de ser contadas por la valentía, osadía, y en cierta manera heroísmo con el que los protagonistas de estos cuentos de barrio contaron.

El día era oscuro. Seguramente no había sido un buen día para los bogotanos. Como todos los días, el grupo más destacado de jóvenes del barrio, el grupo al que yo solía pertenecer, se reunió en su lugar habitual de encuentro. Y de la misma manera que en la antigua legendaria Bogotá se reunían pensadores, líderes del pueblo,  jóvenes tolerantes y llenos de vida, nosotros, “los del barrio” nos reunimos en el parque para hacer lo que muchos adolecentes de un barrio de clase media hacen; hablábamos, fumábamos, jugábamos… cualquier cosa que ayudara a que el tiempo transcurriera mas rápido. 

Ese día en particular, a mediados de junio del 2006, algunas personas, conocidas por sus malas intenciones y su mal carácter con todo el mundo, se acercaron a nosotros con el extraño ánimo de entablar cierto tipo de amistad con el grupo. Para muchos, la seductora idea de hacer parte de esta gente les convenció y desertaron de lo que algún día fue, un convencional grupo de jóvenes de barrio.

Paralelamente como ya expliqué, en el pasado, en las calles de la candelaria, los ilustres hidalgos que alguna vez habitaron el centro principal de la ciudad, fueron desertando a lugares más allá de los rescatables; desertaron donde las ideas sabias y las mejores intenciones dejan de existir… y motivados por la seducción del poder y el dinero, dejaron atrás su ilustre pasado, para moverse en un mundo, donde los únicos que importaban eran ellos.

Los años transcurrieron y aquellos inocentes que alguna vez fuimos nosotros, ahora estaban orgullosos, felices, de las nuevas peripecias y aventuras que habían pasado a lo largo del tiempo, sin saber, que a los ojos de los vecinos que alguna vez nos quisieron, ahora no éramos más que un montón de vagos, repudiados por los demás y temidos por algunos. Pero, como ha de saberse, no hay historia que el poder de la corrupción termine bien, y un día en uno de los famosos apartamentos de estos ahora “destacados jóvenes” una muerte se pronunció.

Llegando el anochecer muchos años atrás, ese día en la Candelaria, un bogotano enfurecido por el hambre y la injusticia, se abalanzó sobre uno de los tantos que algún día defendieron a su gente, y le mostro la rabia que la inconformidad puede alcanzar, dándole fin al hombre… dándole fin, a aquel que mostró el dinero que el pobre sentía como suyo.

Esa misma noche pero muchos años después en la misma Bogotá, aunque en un barrio alejado de la Candelaria, Damián, un joven seducido por el poder, por la ambición del conocimiento de la calle, murió de una sobredosis de heroína… curiosamente la única “heroína” que él conoció en su vida aparte de su madre.

Ese día fue oscuro… tanto en el pasado como en el presente de la muerte de Damián.

Ese mismo día, alejados tan solo por el tiempo, dos ciudadanos, los dos supuestamente igual de valiosos murieron. Fallecieron por lo único que no está permitido en el paraíso terrenal colombiano, la seducción del mal. Murieron finalmente, por la única razón que un colombiano le puede fallar a sus semejantes: la ambición y el poder.

Cari frijolito Criticón. (Caricatura)

domingo, 24 de abril de 2011

Para semana "santa": ¿y dónde estaba dIOS? (Artículo de Opinión)

Imaginemos. Un hombre de sesenta años camina cabizbajo con un costal a la espalda en el que carga el producto del trabajo del día. Tiene que trabajar; el pan y su tarro de pegante son necesidades primarias y ya la vejez no le permite pensar en cometer delitos que requieran fuerza física que ya hace años perdió. Fernando, su nombre, o por lo menos como le conocen, camina en dirección contraria a la de mucha gente que se divierte una tarde de viernes en el “Séptimaso”.


 El camina intentando estorbar pero aún así nadie lo ve. A unas cuadras de distancia, “La Paisa” una niña de trece años a quien su madre prostituye, coquetea con un hombre desesperado llamado Cristian;   Cristian se separó de su mujer porque ella le fue infiel con un muchacho más joven que él. Perdió el apartamento, a sus dos hijas y el trabajo, ya que su malestar sentimental no le ha dejado relacionarse tan bien con la gente; no como antes. Se siente bien al tocar a la niña, ya nada le importa porque a nadie le importa él. 


Mientras “La Paisa” y el desventurado personaje se relacionan y hacen, por cada segundo que pasa, su vida más miserable, cruzando la calle, en la otra esquina, un vendedor de drogas amenaza con un cuchillo a un estudiante adicto a la marihuana. El joven parece ser novato en el mundo de la drogadicción y “Nanas” como le dicen al expendedor de dicha cuadra, aprovecha que el joven parece tener suficiente dinero como para llevar comida a la casa de su madre durante una semana completa. David, estudiante de arquitectura, atemorizado y sin conseguir la hierba que tan ansioso lo tenía, entrega dos billetes de veinte mil pesos que llevaba en su billetera e inmediatamente, en un último respiro, siente cómo el puñal de su “drug dealer” le atraviesa el pulmón. La segunda puñalada le duele menos que la anterior. Cae recostado contra la pared de aquella esquina y se desliza lentamente en dirección hacia el piso.


 Muchos vieron lo que pasó, pero nadie hizo nada; eso le pasa por meterse con el “Nanas”. Finalmente, imaginemos que en esa misma esquina que murió David, hace un par de semanas, el párroco de una capilla cercana pago para desvirgar a Camila, “La Paisa”; en la misma cuadra de esa esquina duerme Fernando la mayoría de las noches por ser el lugar más seguro para un indigente; y allí, donde Fernando camina en contra de la gente para sentir que alguien lo observa, en la Séptima, Stephany, la mujer de Cristian, conoció al amante que provocó la separación de su hogar.

Así, solo imaginando, también quisiera imaginar ¿dónde estaba Dios cuando murió David, cuando Camila perdió su inocencia, cuando “Nanas” conoció las drogas y cuando Fernando o Cristian perdieron las ganas de vivir?

De pronto Dios se fue de vacaciones. O a lo mejor, cansado de todas las atrocidades cometidas por el hombre, decidió ayudar solo a alguna comunidad religiosa en particular, como los cristianos, o los testigos de Jehová. Quizá, sencillamente se fue a un lugar más tranquilo donde su creación no le diera tantos problemas.
Nadie puede afirmar nada, pero al parecer, Dios se fue.

Los seres humanos estamos atados a culpar a los demás por nuestras desgracias; culpamos, y agradecemos a un Dios que muy pocas veces se hace presente en nuestras acciones. Sea cual sea el Dios de cada quien, siempre me ha parecido que actuar con libertad y sin hacer daño al prójimo es un paso más cercano a la santidad que cualquier otra cosa; y eso, sin ser devoto en ninguna iglesia.

Dios, si es que existe, tendrá que regresar. Mientras, primero nos toca aprender a ser humanos y luego, si algún día logramos lo primero, llegaremos a ser creyentes.

sábado, 5 de marzo de 2011

El beso

Pasar una importante cantidad de tiempo sin dar un buen beso es frustrante pero enriquecedor. Tuve la mala fortuna de experimentar una infinita y hermosa cantidad de senzaciones en un último, cálido y hermoso beso que me dio la única mujer que hasta el día de hoy he amado.


¡Qué beso!

Perfecto diría yo. Fue un contacto no solo de nuestros labios sino del mundo entero; seguro que cuando nuestro amor en labios se expresaba el planeta entero lo sintió. Miles y miles de células diseñadas para recrear las sensaciones y enviarlas al cerebro se estremecieron y paralizaron ante tal acción; fue lento en primera estancia y luego, como creo que ha de ser un excelente beso, fue rápido, violento y mordaz.

Primero nos vimos a los ojos en una forma que para otros resultaría amenazante por la furibunda pasión que solo la mirada de un enamorado puede expresar, una mirada que paraliza el aire; pupilas fijas, sin parpadeos ni respiros... una mirada directa de presa a presa, aún cuando cada uno de los actores de este momento de pasión es a la vez un cazador expectante a conseguir lo que se ha propuesto a hacer: controlar las acciones de quién será su víctima. Es por esta razón que la mirada previa a el beso es fundamental; porque de no ser así, los movimientos a seguir serían torpes (muchos pensarán que un buen beso parte de la torpeza; pero debo decir que son solo apariencias) y arruinarían la armonía impacible que ha de venir.

Luego, después del ritual de la mirada, continuó el pre-clímax (que no por dejar de ser el clímax es tan importante o menos excitante que el clímax) del beso perfecto. Consiste en el acercamiento de los rostros, de la boca, del aliento, del respirar enamorado. Es tensionante. Es excitante. Es, en resumidas cuentas, sexual.
Despacio o lento, no importa cómo, siempre y cuando se acerque con la timidez y la expectativa del esperado encuentro; este lapso a veces eterno, debería ser el momento en que el corazón (ojalá literalmente) se detiene. Se trata de un golpe fuerte en el pecho que no deja respirar y que se muestra en las facciones de quienes están a punto de unir sus almas por unos breves segundos. Puede verse como una expresión de dolor extremada por lo que se interpretaría como la máxima muestra de amor en un rostro. Casi sollozante, alegre y melancólico. Como si fuera el último.

Finalmente, vino lo más complejo de todo. El desenlace inevitable. Es el desenlace primitivo, más animal que humano, es lo que nos conjuga con otros y lo que nos separa de la asquerosa humanidad que ostentamos y nos convierte, instintivamente, en natura pura.

Por defecto, juntamos nuestros labios y abrimos la boca a la expectativa de poder explorar la cavidad oral del contrario. Se lee y suena más carnal que lindo. Pero seguro que es una sensación maravillosa. Despacio, en algunas ocasiones y en otras con afán, con la protuberancia que distingue a la boca del resto del rostro humano tocamos el rosado de los labios del otro amante, buscando con notoria desesperación saciar la curiosidad que se tiene sobre la fascinación del exterior y el interior de la boca. Luego de explorar el exterior, se continúa con el interior. Las respectivas lenguas de cada amante comienzan a rozarse y a forzar la entrada en el hábitat de cada una; eso, claro está, sin escatimar en el intercambio salivar de este proceso que, bien por placer sexual, bien por amor, nadie (o casi nadie) repudia tal mercadeo del fluido oral.

Ahora bien, es importante destacar que para que el beso no se haga repetitivo, aburrido y hasta asqueroso, hay que alternar la exploración exterior con la interior, juguetear con los dientes y la oscilación entre el abrir y cerrar de la boca con la debida picaresca que la situación amerita. De lo contrario, pienso, se entorpecerá el proceso y la perfección se diluirá en sombras de lo que pudo ser bello.

Tras superar todo lo anterior, siguió algo que, aparentemente era la parte más sencilla; sin embargo, dado que algo bueno no se logra sino hasta que se termina, es menester aclarar que dependiendo de la separación de los rostros, el beso  puede concluir en un patético desastre.
Este momento en particular, puede ser el más significativo de un buen beso; eso claro está, si se está enamorado; sino, no será definitivo lo que se haga luego de concluir con el contacto. Lastimosamente, esta parte es tan intuitivamente personal que describirla no será necesario. Bastará nada más que con dar un ejemplo de lo que, personalmente, me estremece y petrifica cuando doy un buen beso.

Despacio, sin afán y disfrutando al máximo el último suspiro que se alcanza a retener luego de retirar los labios de la pareja, se puede volver a mirar a los ojos y expresar la extenuante satisfacción que se ha obtenido, especialmente si todavía se está lo suficientemente cerca como para repetir el beso; luego, y reitero en lo lenta de esta acción, se puede intimar en la complicidad adquirida durante el momento previamente indicado y sonreír con humildad porque se ha obtenido algo que no se logra, bajo ninguna circunstancia, solo.


Me gusta creer que así, y sólo así es un beso perfecto; y efectivamente lo fue.


Y es que hacerlo así tiene una particularidad: el mundo, el tiempo se detiene y espera paciente y armoniosamente a que los amantes expresen el infinito y momentáneo cariño que sienten el uno por el otro; tanto es así que (quién lo haya experimentado me dará la razón) los sonidos se callan y esperan a que el debido proceso concluya. De esta forma, los que estamos a su alrededor, la naturaleza, la sociedad, el mundo y, en fin, el universo, conspiramos para que estas dos personas que se están besando, sean en realidad felices y llenos de amor, así sea solo por unos segundos.


Tuve la oportunidad de volver a experimentar todo lo anteriormente descrito hace muy poco tiempo. Y me siento muy agradecido por ello.

Las razones

Las razones son simples; son tan simples que se pueden condensar en una sola palabra: desahogo.
No habría adquirido ningún interés en escribir un blog de no ser porque se convirtió en una necesidad que se había mantenido latente por mucho tiempo ya. Escribir para que otros entiendan como me siento es triste y a mi modo de ver las cosas degradante, pero es la única solución que mi pobre intelecto emanó.


Otra razón (menos válida que la anterior, pero que debe considerarse) es que soy un romántico de esos que prefieren perder la vida antes que ver a la(s) personas que ama en una mala situación, de esos que escogen el suicidio como solución, no por cobardía sino por belleza y de esos que en realidad disfruta ver como los sentimientos afloran en los demás hacia los demás (sin importar cuán terribles y enfermizos sean).


Por lo demás, solo soy un aspirante a cadáver (al igual que quien sea que lea esto).